lunes, 10 de octubre de 2016

La responsabilidad de evitar la confrontación en el seno de la sociedad mexicana


En las últimas semanas hemos visto a una parte de la sociedad mexicana dividida y confrontada tras la iniciativa del ejecutivo federal para legislar sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Las marchas convocadas por el Frente Nacional por la Familia han llevado a muchos mexicanos, inclusive al interior de las familias, al enfrentamiento a favor y en contra de esa iniciativa, que no hace más que acatar la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la nación, que establece la inconstitucionalidad de negarle ese derecho a lesbianas y homosexuales.  

Debe preocupar el tipo y el nivel de enfrentamiento que se está dando, tanto en las redes sociales como en los espacios públicos –afortunadamente todavía solamente de tipo verbal­- en los que a los argumentos sigue la descalificación, el insulto y la denigración, con una carga crecientemente agresiva en ambos polos. Es preocupante porque ese es el caldo de cultivo para que revivan viejos agravios en el México profundo, esos que durante el siglo XIX se manifestaron en las luchas entre liberales y conservadores y en el siglo pasado en la guerra cristera, y que evidentemente siguen en estado latente.

Reconociendo el derecho de las personas que conforme a sus convicciones y de buena fe marcharon los pasados sábados 10 y 24, y enfatizando que se trata de un derecho que debe ser tutelado firmemente, es necesario denunciar la forma perversa como el auto denominado Frente Nacional por la Familia ha logrado convencer a la mayoría de esas personas de que el reconocimiento de ese derecho es una amenaza para la familia. Esta organización y sus aliados deben ser desenmascarados y obligados a desistir de su intentona para agudizar las diferencias y exacerbar la confrontación al interior de la sociedad mexicana.

El análisis de los argumentos esgrimidos por el Frente Nacional por la Familia y su aliados, nos muestra el uso de un recurso muy eficaz: inventar un enemigo y decirle a la gente que amenaza lo que le es más valioso, ligándolo a sus prejuicios más arraigados para infundir miedo y lograr que se manifieste movida por el odio a ese enemigo. Es una fórmula probada que no falla, siglos de experiencia lo confirman. Por ejemplo la frase “no te metas con mis hijos” utilizada en la convocatoria y las consignas de las marchas, nos muestra una respuesta natural de los padres ante lo que ellos consideran una  amenaza a lo más preciado. ¿De dónde sale esta supuesta amenaza a los hijos, si no de un eficaz recurso para infundir miedo? Es la misma estrategia de Trump para ganar seguidores, decirle a la gente que los extranjeros, especialmente los mexicanos, son una amenaza.

Uno de los ejemplos más acabados de este recurso, por su efectividad en la creación de condiciones para el holocausto judío, es el libro llamado “Los protocolos de los sabios de Sion”, un refrito de documentos y novelas del siglo XIX en los que se atacaba a los jesuitas y a los masones, que decantó en un libelo apócrifo destinado a infundir miedo y odio a los judíos entre las sociedades europeas y sirvió después para justificar su persecución y exterminio.

Quienes marcharon dicen estar motivados por la defensa del derecho a lo que ellos llaman la familia natural o tradicional y el derecho de los padres a la educación de sus hijos, cuando ni en la citada iniciativa de ley, ni entre los motivos de quienes pugnan por el reconocimiento al derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo, existe algo que atente contra el tipo de familia que ellos defienden. La familia formada por parejas heterosexuales seguirá teniendo los derechos que tiene hasta ahora, los padres seguirán teniendo la patria potestad y el derecho a educar a sus hijos según sus convicciones, derechos que seguirán siendo tutelados por el Estado, pero que se extienden a otros tipos de familia; entonces ¿por qué el miedo?

En ningún caso, se han aportado pruebas de que el derecho al matrimonio de parejas homosexuales atenta contra la familia, no se dice en qué o cómo pueden afectarla; pero un cóctel de afirmaciones que lo mismo presenta la homosexualidad como contraria a la naturaleza, o como una enfermedad curable si quien la sufre se lo propone, o como una perversión, que la equipara con la pederastia y otros comportamientos sociópatas, logran crear en una parte del imaginario social la idea de que la homosexualidad es un ente del mal. A ello se suma la utilización de otro engaño: la distorsión de la perspectiva de género, bajo el equívoco concepto de "ideología de género", con el fin de desinformar y desacreditar esta perspectiva, creando confusión sobre lo que realmente se busca con la equidad de género y el respeto a la diversidad sexual. De ahí se sigue como lógico negarle el derecho al matrimonio a las parejas del mismo sexo, por ser algo perjudicial para la sociedad.

Se dice que se está defendiendo el propio derecho (no obstante que no hay objetivamente nada que lo amenace), que no se trata de homofobia y que no se está discriminando, cuando en realidad las manifestaciones fueron clara y abiertamente en contra del reconocimiento de un derecho de los homosexuales. Negar derechos a otras personas es discriminarlas y no se discrimina a nadie si no existe una fobia contra él. Esta trampa argumentativa ha sido impulsada consciente e irresponsablemente por  el Frente Nacional por la Familia y sus aliados.

Con la negación de ese derecho, se está violentando la convivencia y generando una repuesta de parte de quienes se sienten agraviados no solamente porque se les está escamoteando ese derecho a lesbianas y homosexuales, sino por toda la argumentación que lo acompaña, llena de adjetivos denigrantes, afirmaciones que atentan contra su dignidad, mentiras y desinformación, que además hace aparecer como intolerantes las reacciones de indignación, pretendiendo que la resignación pasiva es la única legitima ante tanto agravio.

De esta manera, las mentiras y manipulaciones del Frente Nacional por la Familia y sus aliados están contribuyendo a agudizar un clima de confrontación, en el que una parte de la sociedad se siente amenazada, y por lo tanto justificada a reaccionar agresivamente para defenderse, y la otra se siente agraviada e indignada por la insistencia de aquella en negarle derechos a lesbianas y homosexuales, con argumentos que los injurian y atacan su dignidad. Los organizadores de las marchas tiene en la mira las elecciones del 2018, así lo han reconocido sus líderes, si esta confrontación se mantiene puede sin duda escalar a proporciones muy lamentables.

Es urgente que el legislativo federal y los legislativos de los estados en los que no se ha consagrado el derecho de lesbianas y homosexuales a casarse entre sí, lo hagan cuanto antes, conforme a la resolución de la Suprema Corte, porque de lo contrario están dejando crecer un enfrentamiento que puede escalar fisurando profunda y peligrosamente el ya de por sí maltrecho tejido social de nuestro país, en momentos en los que deberíamos estar unidos enfrentando los grandes problemas nacionales. Ojalá lo entiendan nuestros legisladores.