Ayer vi la película Selma, que trata sobre una parte central en la
vida y obra de Martín Luther King, la de su lucha por lograr el derecho al voto
de la población negra en los Estados Unidos, y salí preguntándome por qué no
podemos tener en México, en estas horas aciagas, un líder que pueda encabezar
un gran movimiento de transformación nacional, como lo tuvo la India en Gandhi
para su independencia de Inglaterra, o los negros de Estados Unidos en King
para su lucha por los derechos civiles.
Últimamente he hablado con mucha gente que quiere una
transformación profunda en México y desea hacer algo para lograrlo, pero que,
como yo mismo, no encuentra cómo; gente que quisiera ser parte de un gran
movimiento social, sumarse a una lucha colectiva por un cambio radical que permita
superar la profunda crisis nacional, que
ponga freno a la violencia inmisericorde que asola al país, que erradique
la corrupción, la impunidad de los poderosos para hacer sus tropelías, que
instaure un estado de derecho efectivo y no solamente para quienes pueden pagar
por él, que ponga freno a tanta injusticia y abuso, que garantice los derechos
de todos y todas en todas las circunstancias y sin demagogias, que detenga la
destrucción del medio ambiente y la biodiversidad del país y la entrega de los
recursos naturales a piratas modernos, que acabe con los poderes fácticos desde
el narco hasta las televisoras, en fin, un cambio real y no más partidos
cínicos y sinvergüenzas; pero prácticamente todas esas personas, como yo, se
quedan inmóviles, rumiando el enojo, la frustración, la impotencia y la
desesperanza .
¿Por qué no podemos tener en México, en estas horas aciagas, un
líder que pueda encabezar un gran movimiento de transformación nacional? Es una
pregunta que muchos nos estamos haciendo. Pero me pregunto si es imprescindible
un líder como Gandhi o King para lograr ese cambio que anhelamos no sé si la mayoría pero si
muchísimos mexicanos. ¡¿Y si en lugar de uno,
surgieran muchos líderes en todas partes?! o mejor, ¿si cada uno encabezáramos
ese movimiento?
La cuestión es que para que se de el cambio se necesita un
proyecto que conjunte las voluntades y la energía de todos. Eso es lo que han
hecho esos líderes en la historia: le ofrecen a la gente un proyecto en el que todos
encuentran reflejados sus anhelos de cambio. No es cierto que si cada quien
hace lo que le toca hacer vendrá el cambio anhelado. Ciertamente se requiere
que cada una y cada uno haga lo que le toca, pero además se requiere que juntos
empujemos al cambio deseado, porque hay otros que se benefician del estado
actual de cosas y por supuesto que evitarán que ese cambio llegue.
Lamentablemente se trata de una lucha de poder: el estatus contra una idea más
o menos dibujada de un México diferente.
Lo que hace posible un movimiento social es un proyecto colectivo
y lo que han hecho muchos de los líderes históricos es darle forma al anhelo compartido;
pero si hoy no puede haber –por las razones que sean- ese líder, ¿por qué no trabajar
en darle forma a ese proyecto?; creo que eso lo podemos hacer y entonces sí,
con un proyecto común formar células en todo el país que empujen el cambio
anhelado; sin necesidad de un líder como Gandhi o King o cualquier otro.
No nos quedemos atrapados en si será posible o no el cambio con
estas elecciones o las de dentro poco más de tres años, es claro que por ahí no
vendrá transformación alguna; los partidos políticos y la política actual están
podridos, hay que depurarla de cuajo, pero eso no podrá ser hasta que venga el
cambio; lo que yo estoy proponiendo es independiente de la dimensión electoral
y con ello no estoy proponiendo ni que no se vote ni que se anulen los votos –aunque
por cierto lo estoy considerando seriamente-.
Que cada quien haga lo que crea que es mejor con respecto a su
voto; pero además, debemos ir construyendo un gran diálogo nacional para
cambiar México a través de diversos medios, entre los cuales pueden estar las
elecciones; pero no pensemos que nuevos diputados o senadores o nuevos
gobernantes en nuestros municipios, estados o el país todo, serán los agentes
de cambio alguno.
La construcción de ese proyecto enfrenta un escollo mayúsculo; una
inmensa mayoría de mexicanos compartimos la convicción de que esto debe
cambiar, estamos hartos, indignados, enojados, inconformes, dolidos, impacientes
porque las cosas cambien; pero la mala noticia es que los mexicanos estamos
profundamente divididos acerca del sentido y la naturaleza del cambio que
queremos; y esa es nuestra verdadera
debilidad, por eso quienes tiene el poder real en este país actúan con tanta
impunidad, porque saben que un pueblo dividido como el nuestro jamás reunirá la
fuerza necesaria para echarlos.
México está dividió entre el norte rico y el sur pobre –y no sólo
en sentido geográfico-; todavía hay rescoldos de las luchas entre liberales y
conservadores del siglo XIX, aún no hay coincidencias sobre cómo debe ser un
estado laico; hay también, aunque no se quiere reconocer, una lucha de clases más
compleja que la que explican las teorías clásicas; muchos grupos enherbolan
discursos democráticos pero se niegan a renunciar a privilegios absurdos
disfrazados de conquistas laborales; los mirreyes de todas partes desprecian y
maltratan a la prole y la prole responde con injurias y amenazas, y casi todos
seguimos dándole la espalda a los pueblos originarios y dejando a su suerte al
México rural y pobre; vaya si ni siquiera en nuestros vecindario, condominio o
comunidad podemos convivir. Sí, estamos divididos frente a muchos temas y ante
ello no podemos evadir una pregunta fundamental antes de decidirnos a luchar
juntos por el cambio en contra de todos esos problemas que nos aquejan:
corrupción, violencia sanguinaria, impunidad, narcogobiernos, ausencia de justicia
efectiva y demás lacras: ¿podremos coexistir en paz, en armonía, construyendo
una efectiva prosperidad, estando tan divididos? ¿Podremos poner a un lado
nuestros prejuicios, dejar de negarle al que piensa diferente el derecho a pensar,
sustraernos de desear su exterminio? ¿Podremos vivir juntos? como pregunto Alain Touraine hace tiempo.
Si no somos capaces de encontrar aquello en lo que podemos estar
de acuerdo acera de un estado de derecho efectivo y reconocer que tenemos
muchas diferencias y que tendremos que aceptar que sólo un México en el que
quepamos todos podrá ser un México diferente más parecido al que anhelamos,
entonces sí hagámonos a la idea de que estamos condenados a esta postración.
Todo esto pensé al salir de ver la película de Martin Luther King,
¿por qué no podemos tener en México, en estas horas aciagas, un líder que encabece
un gran movimiento de transformación nacional?; pero quizá no son líderes lo
que nos esté haciendo falta, sino un proyecto alternativo de país en el que
todos veamos reflejados nuestros anhelos y sea ese proyecto el que ejerza el
liderazgo, y alrededor de él se formen miles de células en todo el país y
logremos empujar de tal manera que todo aquello que nos tiene hartos caiga, a
la vez que construimos un país diferente. Quizá lleve años esbozar ese proyecto
común, pero no tenemos alternativa, o lo construimos entre los más y desde
abajo, o los menos seguirán haciendo de las suyas.
En concreto mi propuesta es que hagamos el cambio desde abajo sin
esperar que otros lo hagan; reunámonos con amigos, vecinos, compañeros, y ahí
discutamos y acordemos lo mínimo en lo que podemos estar de acuerdo sobre lo
que quisiéramos para México; que en cada barrio, centro de trabajo, escuela,
comunidad, grupo de amigos, haya momentos de reflexión común sobre el México
alternativo; y desde ahí vayamos generando espacios de conversación cada vez
más amplios para ir juntando todos esos fragmentos de proyecto de país, de
manera que esa misma reflexión conjunta nos lleve a tejer redes de empatía y
solidaridad, células que empiecen a empujar por el cambio. No esperemos a que
surjan líderes; pensemos en un movimiento amplio de múltiples y diversos
liderazgos colectivos. Pero el objetivo debe ser claro: llegar a definir una
idea de país en la que todos coincidamos un
mínimo común denominador, reconociendo que prevalecerán
diferencias que quizá nunca lleguen a conciliarse; pero aseguremos lo básico en
términos de estado de derecho efectivo, justicia verdadera, democracia real, derechos
respetados, obligaciones asumidas, tolerancia cero a la corrupción y a la
impunidad, limitación estricta de los podres fácticos y erradicación de complicidades
criminales.
Si tú quieres un cambio, quieres hacer algo y ya te cansaste de
esperar que otros lo hagan; promueve un grupo de discusión sobre el México
diferente al actual que queremos, y luego busquen otros grupos y compartan con
ellos hasta ir teniendo una propuesta común lo más amplia posible.
No podemos hacer el cambio si no tenemos y si no compartimos qué
México queremos, hagamos el cambio desde abajo, aunque tome tiempo, nadie lo
hará por nosotros; cada uno, pero todos juntos.
Excelente reflexión Gracias ¡ No solo necesitamos liderazgos colectivos sino también liderazgos compartidos¡¡ , en los cuales cada liderazgo individual actuando en un territorio o en un ámbito del conocimiento sea reconocido por el otro . Tenemos que vencer el gran ego en el que de una u otra forma estamos atrapados.
ResponderEliminarComparto tus inquietudes y frustraciones querido amigo. Felicidades por la reflexión y a socializar las ideas en la familia, con los amigos, en el rabajo, en las ong .... no solo ahí ..... también en el mercado, en la iglesia, en el transporte público, en donde confluyan mexicanos sensibles. Mauricio Guerrero
ResponderEliminarEstimado Rafael, muy buena reflexión ojalá y nos vayamos sumando. El proyecto se antoja difícil pero ciertamente no imposible. Te agradezco la invitación a este espacio que espero siga creciendo. Te mando un fuerte y doble abrazo de felicitación: el que te debo por haberte convertido ya en doctor (después de tanto esfuerzo) y el que acompaña este esfuerzo que nos compartes. Gracias!! Sergio
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